Hay un poema, llamado "Autorrechazo", escrito por un americano, llamado Leo Booth, que lo encontré en un libro de Jorge Bucay (Psicodramatista, terapeuta gestáltico y escritor argentino), llamado "Recuentos para Demián" (Publicado en 1994).
Es un poema que me encantó de principio a fin.
Y, ahora, lo voy a compartir con La Vagancia (Nombre casi oficial que le doy a los lectores que rondan por éste blog).
PD: Como el poema se alarga bastante, voy a cortar un poco de espacio, haciéndolo como si fuera un cuento.
Igualmente, no pierde magia.
Espero que te guste tanto como a mí.
Ahí va:
"Estaba allí, desde el primer momento, en la adrenalina que circulaba por las venas de tus padres cuando hacían el amor para concebirte, y después en el fluido que tu madre bombeaba a tu pequeño corazón cuando todavía eras sólo un parásito.
Llegué a ti antes de que pudieras hablar, antes aun de que pudieras entender algo de lo que los otros te hablaban.
Estaba ya, cuando torpemente intentabas tus primeros pasos ante la mirada burlona y divertida de todos.
Cuando estabas desprotegido y expuesto, cuando eras vulnerable y necesitado.
Aparecí en tu vida de la mano del pensamiento mágico, me acompañaban... las supersticiones y los conjuros,
los fetiches y los amuletos... las buenas formas, las costumbres y la tradición... tus maestros, tus hermanos y tus amigos...
Antes de que supieras que yo existía, yo dividí tu alma en un mundo de luz y uno de oscuridad.
Un mundo de lo que está bien y otro de lo que no lo está.
Yo te traje tus sentimientos de vergüenza, te mostré todo lo que hay en ti de defectuoso, de feo, de estúpido, de desagradable.
Yo te colgué la etiqueta de “diferente” cuando te dije por primera vez al oído que algo no andaba del todo bien contigo.
Existo desde antes de la conciencia, desde antes de la culpa, desde antes de la moralidad, desde los principios del tiempo, desde que Adán se avergonzó de su cuerpo al notar que estaba desnudo... y lo cubrió.
Soy el invitado no querido,el visitante no deseado, y sin embargo soy el primero en llegar y el último en irme.
Me he vuelto poderoso con el tiempo, escuchando los consejos de tus padres sobre cómo triunfar en la vida.
Observando los preceptos de tu religión, que te dicen qué hacer y qué no hacer para poder ser aceptado por Dios en su seno.
Sufriendo las bromas crueles de tus compañeros de colegio, cuando se reían de tus dificultades.
Soportando las humillaciones de tus superiores.
Contemplando tu desgarbada imagen en el espejo y comparándola después con las de los “exitosos” que se muestran por televisión.
Y ahora, por fin. poderoso como soy y por el simple hecho de ser mujer, de ser negro, de ser judío, de ser homosexual, de ser oriental, de ser discapacitado, de ser alto, petiso, o gordo... puedo transformarte... en un tacho de basura, en escoria, en un chivo expiatorio, en el responsable universal, en un maldito bastardo desechable.
Generaciones y generaciones de hombres y mujeres me apoyan.
No puedes librarte de mí.
La pena que causo es tan insostenible que para soportarme, deberás pasarme a tus hijos, para que ellos me pasen a los suyos, por los siglos de los siglos.
Para ayudarte a ti y a tu descendencia, me disfrazaré de perfeccionismo, de altos ideales, de autocrítica, de patriotismo, de moralidad, de buenas costumbres,de autocontrol.
La pena que te causo es tan intensa que querrás negarme y, para eso, intentarás esconderme detrás de tus personajes, detrás de las drogas, detrás de tu lucha por el dinero, detrás de tus neurosis detrás de tu sexualidad indiscriminada.
Pero no importa lo que hagas, no importa adónde vayas, yo estaré allí, siempre allí.
Porque viajo contigo, día y noche, sin descanso, sin límites.
Yo soy la causa principal de la dependencia, de la posesividad, del esfuerzo, de la inmoralidad, del miedo, de la violencia, del crimen, de la locura.
Yo te enseñé el miedo a ser rechazado, y condicioné tu existencia a ese miedo.
De mí dependes para seguir siendo esa persona buscada, deseada, aplaudida, gentil y agradable que hoy muestras a los otros.
De mí dependes, porque yo soy el baúl en el que escondiste aquellas coas más desagradables, más ridículas, menos deseables de ti mismo.
Gracias a mí, has aprendido a conformarte con lo que la vida te da, porque después de todo, cualquier cosa que vivas será siempre más de lo que crees que mereces.
¿Has adivinado, verdad?
Soy el sentimiento de rechazo que sientes por ti mismo.
SOY... EL SENTIMIENTO DE RECHAZO QUE SIENTES POR TI MISMO.
Recuerda nuestra historia...
Todo empezó aquel día gris
en que dejaste de decir orgulloso:
¡YO SOY!
y entre avergonzado y temeroso,
bajaste la cabeza
y cambiaste tus dichos y actitudes
por un pensamiento:
YO DEBERIA SER...
1 comentario:
Muy bueno... (: Saludos.
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