Metafóricamente, todos tenemos tres clases de días: los blancos, los grises y los negros.
- Los días blancos, para empezar, son esas veces en que todo es favorable para uno o una, no hay nada que pueda fallar, es todo perfecto, sin estorbos ni trabas ni nada que se les parezca.
- Los días grises, para seguir, son esos momentos en que todo anda entre bien y mal; es decir, todo anda a medias. Por un lado, te quejas de que todo no sale como uno o una no quiere y, por otro, agradeces de que no sea peor.
- Los días negros, para terminar de categorizar, son cuando todo lo que odias o todo lo desfavorable se hace más presente y, entonces, tu autoestima es golpeado por ello, como si quedaras desesperanzado o desesperanzada de que todo pueda cambiar - insignificantemente, aunque sea- para bien.
Es bueno reconocer qué clases de días tiene uno, para saber dónde esta parado y hacia dónde debe seguir, porque...
- ... debés disfrutar cada día blanco que te toque, así no vas a lamentar el tiempo perdido si es que, trágicamente, todo se voltea y se te vuelve en contra.
- ... debés cuidarte de todo lo que te quiera dañar, pero no dándole toda la atención. De no, vas a ver a lo propicio como si fuera una vergonzosa insignificancia para disfrutar.
- ... debés enfocarte en qué es lo mejor para vos y para los que estimas; usar cada tormento a tu favor, para fortalecerte como individuo. Deprimirse puede funcionar, para no sentir nada más que nada, encerrarte dentro de vos mismo o vos misma. Pero también saber de que hay días blancos...
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